Enseñar valores es una de las tareas que nos pueden parecer más lentas dentro del amplio proceso educativo de nuestros hijos. Sin embargo es muy reconfortante ver cómo los niños reproducen poco a poco las actitudes que creemos importantes para la vida y la convivencia. Uno de los valores que más favorecen la armonía familiar y en otros ámbitos es el respeto.
Empezar por el ejemplo
Lo hemos visto en muchos otros casos a lo largo de estos artículos, lo primero es que nos vean a los padres ser respetuosos. Si no, es difícil que ellos pongan en práctica una actitud que no saben identificar. Hay infinidad de momentos de la vida cotidiana en los que podemos manifestar el respeto: no vamos a reírnos o a ridiculizar gratuitamente a nuestro cónyuge o pareja; procuraremos hablar respetando turnos, vamos a evitar gritar aunque tengamos opiniones diferentes, vamos a tener detalles de atención... También procuraremos evitar críticas sobre actuaciones cuyas razones desconocemos, en cualquier caso, preguntar el por qué de determinada actuación. Y pedir disculpas cuando hemos cometido un error.
Respeto a los niños
También hablaremos con los niños de forma respetuosa y sin herir sus sentimientos o menospreciarles, incluso cuando tengamos que corregirles, aunque esto sea una tarea que a veces nos resulte tan difícil. Una de las formas más elocuentes de expresar respeto es escuchar, que no es solo poner la oreja, sino poner atención en lo que nos cuentan y que nuestra expresión facial lo corrobore. También es síntoma de respeto no interrumpir su estudio o trabajo sin razones justificadas.
Usar la paciencia con los niños es importante: demostrar a nuestros hijos que somos capaces de atenderles con atención, sin muestras de impaciencia o prisa por pasar a otras ocupaciones. La paciencia también será necesaria cuando les cueste por alguna razón llevar a cabo una determinada tarea.
Si observamos que no respetan a los demás, y usan una lenguaje inadecuado, debemos corregirles al momento afeando esa forma de hablar que nos resulta desagradable y poco adecuada para un niño y explicarle el por qué, al tiempo que le mostramos otras expresiones más adecuadas. Juguemos también a adivinar cómo se sienten los demás cuando ellos se comportan mal, con esto animamos a desarrollen la empatía.
