Hay situaciones por las que pasan algunos niños que nos hacen decir "le robaron su infancia". Pude ser un entorno familiar difícil y complicado, una desgracia física, la atribución de responsabilidades mayores que su capacidad... Pero también puede ser que los adultos provoquemos que los niños no vivan su infancia a la que tienen derecho.

Contenidos adecuados

Hoy en día los niños tienen acceso a muchas fuentes de información: la televisión, el cine, Internet, a través de los teléfonos móviles, en la calle...Y puede que accedan a información y contenidos cuyos argumentos no se corresponden con su capacidad emocional e intelectual. Entonces, los niños se ven envueltos en las formas de hablar y de pensar de los adultos y obligados a entender sus expresiones y su mundo perdiendo con ello lo que es propio de la infancia: la inocencia.

Los adultos tienen unos conocimientos de la vida y de todo lo que la compone: el bien, el mal, las virtudes, las pasiones, la sexualidad, la vida, la muerte, la enfermedad, el dolor, la alegría... que todavía los niños no han experimentado. El hecho de que nuestros hijos vayan creciendo y podamos conversar con ellos, no significa que podamos compartir con ellos experiencias y pensamientos que no comprenderán por el mero hecho de ser nuestros hijos o de que seamos sus padres.

Precauciones

Los adultos tenemos la responsabilidad de no entorpecer ni alterar el desarrollo psicológico, afectivo e intelectual de nuestros hijos y no debemos exponer el corazón y la cabeza de un niño ante todo tipo de realidades, muchas veces duras y malas de la vida, antes de tiempo, ya que su capacidad es demasiado sensible aun y está indefensa. No pueden por tanto estar expuestos al mismo nivel de información que los adultos.

Debemos mantener algunas medidas de prudencia, como manejar nosotros el mando a distancia, elegir las películas que creamos adecuadas para nuestros hijos y su formación y madurez, evitar conversaciones de adultos y sobre temas de adultos delante de los niños, hacer un esfuerzo por elegir los libros más adecuados a su capacidad, limitar los contenidos a los que pueden acceder en Internet, instalando filtros específicos, procurando conocer a sus amigos y sus familias...

Son pequeños ejercicios de responsabilidad necesarios en una sociedad como la nuestra, en la que todo puede aparecer en cualquier pantalla, sin tener en cuenta si hay niños delante.