Por supuesto no existe una fórmula mágica para que todas las familias se vuelvan "ideales" de repente. Cada hogar es un mundo, un lenguaje y unas costumbres diferentes. Sin embargo, hay ciertas pautas que pueden ayudar a que la forma de comunicarnos con nuestros hijos (y ellos con nosotros) sea más fluida.
1. Encontrar tiempo:
Es verdad que volvemos agotados del trabajo, que los niños están cansados del colegio, que la rutina y la convivencia a veces generan nubes de mal humor que nos estallan dentro de casa. ¡Pero es preciso que encontremos unos momentos al día para hablar! Un "¿Qué tal te ha ido el día?" o frases similares que expresen verdadero interés por el día a día de los miembros de la familia, por sus inquietudes o logros, es una buena forma de conocerlos mejor. Podemos aprovechar, por ejemplo, la hora del almuerzo o la cena; apagar la televisión y simplemente entablar un pequeño diálogo. Esto reforzará la confianza los unos en los otros y las conversaciones serán cada vez más espontáneas y fluídas.
2. Encontrar lo que más le interesa a tu hijo (o hijos):
La autoestima de los niños se ve tremendamente vigorizada cuando sus padres muestran curiosidad e ilusión por algo que les apasiona. Así como cuando mostramos preocupación por lo que les duele y frustra. Ser empáticos en el entorno familiar es vital para una buena relación.
3. Tolerancia y mente abierta:
Especialmente en la adolescencia nos vamos a encontrar con que nuestros hijos son un manojo de hormonas curiosas y confusas. Sus cuerpos y mentes cambian bruscamente y el diálogo con los padres se torna difícil. Aun así, debemos mantenernos serenos y no juzgar automáticamente. Escuchar, razonar y dar una opinión libre de prejuicios. Así les inculcaremos también, para un futuro, cómo mantener una conversación civilizada entre personas con ideas diferentes. Tienen que ver en nosotros a personas fuertes en las que se puedan apoyar durante esos años en los que hasta la más mínima riña con un amigo o amiga parece una Odisea.
4. Ambiente positivo:
Para que tus hijos se abran a ti, elimina el tabú, que puedan hablar abiertamente acerca de todas sus dudas, miedos e inquietudes. Trata todos los temas que se planteen con la mayor naturalidad posible. No tratamos de ser los "padres guays", sino de ejercer como figuras de equilibrio y fortaleza, que es lo que necesitan durante su desarrollo. Comprender no significa consentir.
5. Pacifismo en los conflictos:
Muchas veces querríamos dar un portazo y tirar la toalla. Las discusiones con los hijos, especialmente durante la adolescencia, pueden ser muy agotadoras. Los niños tienden a decir cosas sin pensar en lo que éstas provocan porque aún no han desarrollado bien ni la empatía ni el raciocinio. Pero nosotros somos los adultos y su modelo a imitar, sabemos lo que una simple palabra puede desencadenar porque la experiencia ya nos ha enseñado todo eso y también hemos pasado por las fases de rebeldía contra los padres.
Ya sabemos a qué atenernos aunque en ocasiones nos centremos tanto en nuestro papel actual que olvidemos todo lo aprendido. Nuestra responsabilidad es que nuestros hijos se conviertan en personas decentes en el futuro, y uno de los pilares para ello es inculcarles la tolerancia en los conflictos. Que el hecho de que alguien no opine de la misma forma que tú no tiene que desembocar en una guerra.
Los gritos y destrozos no hacen más que empeorar las cosas. Ni debemos ceder a los arranques de ira ni desentendernos.