Las familias viven un momento difícil cuando uno de los padres padece una grave enfermedad. Los padres se preguntan cómo hacer que afecte lo menos posible a sus hijos. En ocasiones se tiende a ocultar la enfermedad, pero no siempre será posible. Los especialistas recomiendan no ocultar la situación, ya saber exponerla a los pequeños. Es un momento muy valioso para enseñar a nuestros hijos valores como la valentía ante el sufrimiento, la paciencia con los enfermos y la generosidad en nuestra ayuda.
Informar a los niños
En una primera fase puede que los niños no perciban nada anormal, pero a medida que avanzan los síntomas y las consecuencias de la enfermedad, notan cambios en el ánimo de sus padres. También puede notar un ambiente de estrés, preocupación, o incluso depresión. Los niños necesitan saber qué pasa, si no lo saben pueden imaginarse lo peor. Los padres deberán considerar cuándo es el mejor momento para hablarles, intentado evitar expresiones dramáticas y amoldándose a su capacidad de entender.
Deberán explicar así mismo que el proceso por el que pasa el padre o la madre traerá algunos cambios, en los horarios de descanso, en las salidas, en las vacaciones, en las comidas... También puede que en el aspecto de papá o mamá. La información debe ir acorde con cada situación, procurando no avanzar consecuencias que aún no sabremos si se darán. Si el desenlace es el fallecimiento, no debemos tampoco ocultarlo y debemos preparar a los niños para ese momento.
Vida normalizada
Ante esta situación, los niños pueden sentirse desatendidos por sus padres, ya que tal vez no puedan dedicarles el mismo tiempo. Si algún familiar puede ayudarnos a cuidar de los niños será una gran descanso, y significará una oportunidad para que los niños se distraigan.
Pero eso no significa que debamos introducir grandes cambios en nuestra vida cotidiana, al contrario, siempre que nos sea posible, es mejor seguir las mismas pautas de siempre en cuanto a normas, límites, actividades. Este marco de normalidad da seguridad a los niños, evitando la percepción de que su vida normal acabó. No dejemos pasar tiempo sin hablar con nuestros hijos sobre cómo están viviendo la nueva situación y tengamos en cuenta que también se mostrarán un poco más nerviosos. Si la situación nos supera, recurramos a la ayuda de un psicólogo.