Cuando los padres se separan o divorcian, los hijos pueden tener sentimientos encontrados. Puede que sientan alivio si permanecer juntos era ocasión de continuas peleas y discusiones que mermaban la armonía y la paz familiar. Pero lo normal es que los niños no quieran ver a sus padres separados.

No hay nada que fortalezca más emocional y psicológicamente a los niños que ver a sus padres convivir en armonía y manifestarse el cariño. Cuando se ha llegado a esa situación límite de ruptura familiar, los niños puede sentir mucho temor al futuro, viven la situación con tristeza y desilusión y se sienten inseguros ante cómo se va a desarrollar la vida cotidiana. También pueden sentir que ellos son la causa, porque no se han portado mejor, porque no han sacado buenas notas...

Actuar con prudencia

Los padres deben ser especialmente cuidadosos a la hora de transmitir la nueva situación y pactar entre ambos y con ayuda externa si es necesario, cómo va a ser la vida cotidiana y la formación de los hijos. Llegar a acuerdos antes de la ruptura puede evitar muchos problemas y hacer que los niños vivan la situación con menos estrés y angustia.

Los padres deben saber que en cualquier caso los peques no tienen los mismos instrumentos para defenderse en esta situación y necesitarán más atención, cariño y comunicación, ya que les será complicado expresar sus emociones y sus sentimientos, o lo harán de otras formas: agresividad, aislamiento, tristeza... Es probable que no tengan el mismo rendimiento escolar y no quieran hacer actividades que formaban parte de la rutina semanal. Además, pueden llevar una herida emocional durante toda su vida y no tener fortalezas a la hora de emprender su camino de pareja en un futuro.

En cualquier caso es recomendable que los niños puedan hablar con un psicólogo infantil, un terapeuta o un trabajador social.

Hijos para siempre

Una precaución que deben seguir los padres separados es no hacer de los hijos unos mensajeros entre ambos, haciendo preguntas o interrogatorios sobre qué está haciendo el otro. Si hay que aclarar cosas es mejor hacerlo entre los adultos, los niños se sienten incómodos con esa función, ya que parece recaer en ellos la responsabilidad de la información que se transmite.

Es necesario tener presente además que los niños no son una posesión a repartir y que ambos progenitores seguirán siendo responsables de sus hijos.