La Anorexia es un trastorno de la alimentación más común en mujeres jóvenes de entre 12 y 25 años, pero no por ello se eximen de padecerlo tanto hombres como mujeres a cualquier edad. Por desgracia, este trastorno no se puede prevenir propiamente dicho. No sigue un patrón, sino que se manifiesta por diversos motivos dependiendo de la persona que lo padezca.
Si se da más en la adolescencia es porque es justo el momento en que el cuerpo cambia más bruscamente, y no siempre a nuestro gusto. Además, a esta edad, la presión social ejerce más influencia por la necesidad de pertenecer a un grupo en la búsqueda de la propia identidad. Si bien, como hemos dicho, no se pueden prevenir los trastornos de la alimentación, sí que podemos documentarnos sobre el tema.
Los factores clave en la caída de estos males son los siguientes:
- Factores personales (enfermedades gastrointestinales que ya de por sí acostumbren a la víctima a una restricción en la comida, pubertad temprana, problemas de obesidad previos, determinados rasgos del carácter como el la no aceptación de uno mismo o una muy baja autoestima, tendencias depresivas, problemas de ansiedad y ciertas carreras y/o profesiones que exigen un determinado aspecto físico, como la de modelo o deportista).
- Factores familiares (antecedentes de obesidad o de trastornos alimenticios que la víctima haya imitado desde una edad muy temprana, abuso sexual, sobrevaloración de la imagen personal y miedo a no cumplir con ciertas expectativas, prejuicios y valores distorsionados).
- Factores socioculturales (estándares de belleza imposibles y miedo al rechazo social por no encajar en lo que el mercado de adelgazamiento tilda de “perfecto”).
A fin de evitar las psicopatologías alimentarias, es conveniente realizar lo siguiente:
- Los niños deben de aprender desde pequeños hábitos de vida saludables, especialmente en cuanto a alimentación y ejercicio.
- Hacerles ver que los estándares de belleza que aparecen en los medios de comunicación no son metas realistas.
- Aumentar su autoestima inculcándoles la aceptación del propio cuerpo.
- No presionarlos en exceso. No poner metas por ellos. Tienen que crearse sus propios objetivos y aprender a nos frustrarse con las derrotas. No todo en la vida puede salir como uno quiere.
- Vigilar a las personas en población de riesgo en cuanto a sus conductas alimenticias.
- Hacerles saber a los niños cómo funciona el metabolismo humano para que las épocas de cambios físicos bruscos como la pubertad no les pille desprevenidos y les asusten.
- En caso de obesidad, acudir al nutricionista: nunca emprender una dieta sin supervisión médica.
- Las comidas, a ser posible, que se hagan en familia y en los horarios establecidos. Jamás castigar a un niño sin una comida y evitar que se salte alguna.
- En caso de que nuestro hijo o hija sufra algún trastorno de la alimentación, no ceñirse simplemente a enviarle a un especialista. Hablad el tema en casa y buscad juntos la raíz del problema porque apreciará más la ayuda de sus seres cercanos que la de un extraño. El sentirse querido, comprendido y arropado es una terapia más efectiva de lo que parece.