Cientos de libros infantiles y juveniles salen a la venta cada año. Los padres deben hacer un esfuerzo por elegir los que formen parte del proyecto educativo para sus hijos. Si tenemos en cuenta una serie de criterios podremos orientarnos.
Libros infantiles: una orientación
Podemos empezar recordando el efecto y el poso que nos dejaron los libros que leímos cuando éramos niños. Nos daremos cuenta de que aquellas historias conformaron en parte nuestro pensamiento y nuestras actitudes, y nuestra visión de la vida. No perdamos de vista esa función formativa de la literatura infantil y juvenil. Cada libro puede llegar a ser un auténtico tesoro para la formación de nuestros hijos o echar por tierra muchos de nuestros esfuerzos.
Debemos tener en cuenta algunas cosas: qué cuenta el libro, de qué va el libro, quién lo cuenta y cómo lo cuenta. Una cuidada edición, las ilustraciones de un famoso dibujante… pueden hacer visualmente atractivo un libro. Si además está escrito por un personaje famoso, publicado por una prestigiosa editorial y se lanza al público con un gran marketing, parece que todo está a favor de la historia. Pero no siempre el contenido y el continente van a la par.
Ética y estética de los libros infantiles
Una de las preguntas que debemos hacernos es de qué va realmente un libro. Distingamos entre “¿qué pasa en la historia?”: las peripecias de sus protagonistas, las circunstancias que les rodean, sus ambientes…, y “¿de qué va la historia?”: si va de valores como la generosidad, la valentía, el heroísmo, la solidaridad… o de contravalores: el egoísmo, la falta de educación o de cualquier argumento que no queremos para nuestros hijos. Hemos de saber distinguir si la historia tiene realmente un propósito educativo o no: podemos encontrar personajes que encarnan muchos defectos pero sin embargo el interés del autor es enseñar modelos no imitables.
Estemos atentos a las expresiones de los personajes si no queremos que nuestros hijos utilicen un lenguaje falto de respeto, una pobre expresión verbal o una verborrea de bromas racistas, misóginas… El tono de la narración es también importante: un exquisito lenguaje puede describir actitudes poco educativas y un lenguaje inadecuado puede estropear un gran argumento.
Para comprobar si nuestra elección ha sido adecuada, comentémoslo en familia en una especie de “libro-fórum”, corrigiendo erróneas percepciones y reafirmando lo positivo que hayan aprendido.