¿Tu hijo se gira repentinamente para pegarte en medio de un momento de juego? ¿O agrede impulsivamente a amigos y familiares? Si este es el caso, os tranquilizaré diciendo que no significa en absoluto que hayáis cometido un error de paternidad. Es más, al pequeño no le sucede nada malo.
Cuando un niño de entre 1 y 3 años pega, no lo hace en un acto de maldad. A esta edad están probando constantemente la causa y efecto ya que aún no entienden las emociones de los demás, ni siquiera las suyas propias.
Al no tener las habilidades necesarias para obtener lo que quieren, utilizan las pocas herramientas con las que empiezan a contar, y debido a esto, a veces pueden actuar de forma agresiva o desafiante. Quieren saber hasta dónde pueden llegar.
No obstante, que la actitud sea normal no quiere decir que le demos carta blanca. Es en este punto donde deben empezar a experimentar los límites. Si no intervenimos a tiempo, puede crecer convirtiéndose en un verdadero abusón ya que no habrá aprendido otras formas de expresar sus necesidades.
A continuación os listamos los pasos a seguir cuando nuestro pequeño empieza a pegar y/o morder a los demás:
- Si ves a tu hijo pegando, mordiendo o escupiendo, detén este comportamiento inmediatamente. Trata de hablarle de forma calmada, pero en el caso de que no quiera escuchar, llévalo a un lugar aparte y dile “como te estás portando muy mal necesitas estar un rato solo para calmarte”.
- No exijas una explicación; el pequeño no sabrá dártela. Además, preguntarle a un niño que por qué ha actuado de tal manera implica que hay ocasiones en las que ser malo está justificado. Sin embargo, podemos buscar la causa: si tu hijo le ha tirado del pelo a un amiguito porque éste tenía un juguete que él quería, detén la pelea y enséñales a compartir, ya que esa forma de pedir las cosas no es la correcta.
- La mayoría de los niños en esta edad creen que cualquier tipo de atención es mejor que no tener ninguna. Si reaccionamos de forma hastiada o histérica a su mal comportamiento, el pequeño estará intrigado, no se sentirá culpable, y le incentivaremos a que actúe mal de nuevo sólo para “estudiar” nuestra pérdida de control. Por eso, aunque a veces sea muy difícil, debemos mantenernos en una postura firme pero calmada.
- Los niños tienen una comprensión muy limitada sobre cómo sus actos afectan a los demás. Debemos hacerles entender que pegar a alguien hace que la otra persona se sienta mal.
- Debemos ayudar a nuestros niños a calmarse y entrar en razón. Después de haber pasado un tiempo a solas reflexionando, muchas veces se dan cuenta de que han obrado mal y llegan los llantos, aunque aún no entiendan del todo bien qué es lo que han hecho mal. Entonces les hablaremos con voz tranquilizadora y compasiva para tratar de explicárselo. Les diremos que les entendemos porque los adultos también nos enfadamos y que es terrible hacer que otra persona se sienta mal.
- Excluir a otros niños de sus juegos forma parte del desarrollo emocional a esta edad y no es aconsejable forzarles a jugar con otros si no quiere. Pero en ciertas ocasiones los pequeños llegan incluso a excluir a otros niños dentro de un grupo reducido para obtener la aprobación de los que él considera sus amigos. Desde este momento debemos hacerle entender que esta muestra de desprecio no está bien. Una cosa es querer jugar solo y otra es humillar a los demás.
- Enseñarles a pedir “perdón”, entiendan el motivo o no. Poco a poco irán asociando la mala acción con la disculpa.