La conducta de ser exigente con los hijos no es nueva. Lo que, al parecer, se ha ido haciendo cada vez más común en los últimos años en la urgencia de que los niños hagan todo antes: hablar, leer, ser bueno en algo… Los padres se ponen muy nerviosos cuando su pequeño, al año, aún no ha dicho su primera palabra o si a los siete no destaca en nada.
Tendemos a sobreestimar las capacidades de nuestros hijos y a querer hacer de ellos un modelo perfecto: educado, tranquilo e inteligente. Es mejor asumir que los niños no razonan como desearíamos, que se enfadan y gritan o lloran a veces y que su concentración no es un láser apuntando a lo que queramos.
Y todo esto no quiere decir que nuestros hijos sean peores que otros. El hijo perfecto, la mayoría de las veces, no es más que una imagen proyectada por los padres.
Así que, en lugar de crear robots con los modales ideales que son genios matemáticos a los ocho años o que hacen discursos coherentes a los dos años, creemos niños felices con una autoestima sana y futuros recuerdos de una infancia plena.
- No busques un apoyo excesivo para lo que no se le da bien. En lugar de eso, alimenta aquello en lo que sí destaque o le motive. Hay cosas que le costará aprender y en las que, en vez de insistir, es mejor tener paciencia y no machacar al niño. Seguro que hay otras habilidades que se le dan mejor y en las que, muchas veces, no reparamos.
- Una vida acelerada no es propia de un niño pequeño, con lo que le causará estrés y frustración. Cada niño tiene sus propios ritmos.
- Pasa el tiempo con tus hijos. Descubre qué es lo que les apasiona. Incúlcales la idea de que la vida no es una competición, sino un gran viaje. Lo importante es el camino que vamos haciendo.
- Jamás les compares con otros como una crítica. Tampoco podemos creernos todo lo que otros padres dicen sobre sus hijos.
- No toméis sus errores como una derrota, sino como una lección aprendida. El miedo al fracaso suele ser el mayor obstáculo a la hora de intentar algo nuevo. El niño debe saber que sus padres también se equivocan y que eso no supone el fin del mundo.