No solamente es una frase que muchos papás habrán escuchado, sino que, si hacemos un pequeño esfuerzo de memoria, recordaremos haberla dicho nosotros cuando éramos niños. No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que cuando es algo recurrente, o que se ha dado ya en varias ocasiones hay una razón detrás para que nuestro hijo o hija no quiera ir al colegio.
Posibles causas
En ocasiones será solo un día en el que se encuentran cansados o enfermos. Deberemos identificar la veracidad de las excusas, tales como "me duele la tripa" o "me duele la cabeza". Si tenemos certeza de que no es una razón válida, deberemos animar a nuestro peque a que se ponga en movimiento. En otras ocasiones será cierto y deberemos poner las medidas oportunas.
Pero si se trata de una frase habitual, reforzada con otras actitudes por las que entendemos que realmente nuestro hijo teme ir al colegio, deberemos pensar que hay una causa de peso. Pueden ser varias, pero debemos pensar que hay un problema escolar: las clases, el horario, alguna actividad que está programada ese día y que tema realizar, tal vez porque no se siente capaz... También puede existir algún problema con algún compañero, o con la profesora. Incluso podemos encontrarnos algún incipiente problema de acoso escolar.
Pequeña psicología
No debemos ignorar la cuestión y poner manos a la obra para identificar la causa del problema. Deberemos, como es habitual, abrir los oídos y escuchar. Buscaremos un rato tranquilo para charlar con nuestro hijo. Tal vez no tenga una expresión verbal tan extensa como nos gustaría, pero seguro que encontramos las claves con una par de preguntas, procuremos no hacer un completo interrogatorio. Tratemos de ponernos a su altura y con un poco de empatía y paciencia, saber entender sus sentimientos.
Acudamos al colegio
Otra fuente de información básica para identificar el problema es ir al colegio y hablar con su profesor o profesora. Vayamos con la intención de compartir la situación y hacerle partícipe del problema, ya que puede que le haya pasado inadvertido. Preguntemos lo que nos preocupa y tratemos de poner en marcha una forma de actuar conjunta para que nuestro hijo vaya sintiéndose más cómodo en el aula.