Todos los padres tienen la experiencia de perder los nervios ante las negativas de sus hijos a obedecer, las rabietas interminables, las respuestas descaradas o algunas actitudes que nos disgustan. En algunas ocasiones las circunstancias nos superarán y no podremos evitarlo, pero sí hay algunas ideas para tener en cuenta.
Qué hacer si hemos perdido los nervios
Puede que haya razones que justifiquen nuestra respuesta airada o nerviosa ante algunas actitudes de los pequeños y no tan pequeños. Pero si ha sido así y hemos dado una respuesta fuera de tono, excesiva o hemos pronunciado algunas palabras hirientes hacia nuestro hijo, no dejemos pasar esta oportunidad para rectificar la situación y que se convierta en un recurso formativo.
Cuando hayamos recuperado la calma y haya pasado un poco de tiempo, un día ó dos, hablemos con nuestro hijo procurando un espacio y un tiempo tranquilo y sin distracciones. Tengamos en cuenta su edad y su capacidad de entender.
Para empezar nuestra conversación, preguntémosle por qué ha contestado o se ha comportado así, y escuchemos sus razones. Tal vez cambie nuestra percepción sobre lo ocurrido. Si no parece haber buenas razones, expliquémosle sin mucho argumento y con seguridad que la actitud que ha mantenido no es buena y que causa malestar en papá y mamá. Le daremos una razón clara y concreta de por qué esperábamos de él una respuesta positiva. También le advertiremos de que la próxima vez que se comporte mal habrá un castigo, que procuraremos que sea proporcionado al caso y que adecuaremos a su edad.
Saber pedir perdón
Si hemos perdido los papeles de forma clara y somos conscientes de que hemos dicho palabras hirientes, debemos pedir perdón. Es la mejor forma de enseñarles a hacerlo. Con esta acción mostramos que nuestra intención no es dar órdenes porque sí y que ellos nos importan de verdad.
Puede que pedir perdón a nuestros hijos nos haga sentir ridículos o nos haga sentir vergüenza, pero hay que hacer un esfuerzo por superarlo. Para los hijos que se hayan sentido heridos puede ser realmente terapéutico y educativo. Tengamos presente que cuando somos nosotros los primeros que hemos dado ejemplo, podemos pedirles que pidan perdón también ellos y se disculpen por su comportamiento.