En los últimos años se ha revalorizado la paternidad y el papel del padre en el proceso educativo y formativo de los hijos. Es una realidad social en contraposición con la idea de que la madre es quien lleva el peso y habla del interés por la conciliación y la armonía familiar.
El padre ausente
Esta tendencia se da al mismo tiempo que el “síndrome del padre ausente”, que se manifiesta en la ausencia del padre del espacio familiar y en la toma de decisiones y acciones de la vida de los hijos.
Así, los hijos crecen en familias separadas o rotas, donde los hijos del nuevo matrimonio toman más protagonismo, o son hijos de padres que pasan casi todo el día en ocupaciones profesionales. Los hijos tendrán menos posibilidades de contar con un modelo masculino y un estilo de conducta paterna.
Lo cierto es que el padre no tiene por qué ser un elemento pasivo en el ambiente familiar ni en el proceso educativo. Al contrario, su papel es necesario e insustituible.
El esfuerzo tiene premio
Si los padres desaparecen de la escena y no se esfuerzan por establecer vínculos afectivos fuertes con sus hijos desde la primera infancia, lo normal es que esa falta de comunicación se mantenga en otros momentos más complicados, como la adolescencia.
Puede que consideren que no tienen capacidades para desarrollar el papel de padre formador y cariñoso, puede que sea su pareja quien por diversas razones, asuma la mayor parte de la responsabilidad. Pero el asunto debe estar bien tratado entre ambos y llegar a un equilibrio positivo para todos.
Otro de los obstáculos puede ser la adicción al trabajo, donde alimenta su autoestima y evita el espacio familiar, donde se puede encontrar situaciones potencialmente más emocionales y afectivas.
Frente a esta situación es necesario reflexionar sobre la estimulante responsabilidad que significa la educación de los hijos y encontrar formas de organizarse para dedicar tiempo a la familia. Si no, llegará un momento en que no reconocerá a sus hijos.
Claro que todo esto significa tiempo y esfuerzo, pero los hijos no son el resultado de una tómbola, reflejan fielmente el estilo educativo de sus padres. Si se esfuerzan un poco y ponen ilusión, lograrán que sus hijos sean personas con los valores y virtudes que quieren transmitirles.